jueves, 15 de diciembre de 2011

REMINISCENCIAS DEL PASADO EN LA PINTURA INDÍGENA



(ESTRACTO)


“Un país que extravía su memoria está condenado a desaparecer como pueblo”[1] afirma el escritor Juan Valdano al hacer una crítica de la “ecuatorianidad” como comportamiento social en su obra Identidades y Formas de lo ecuatoriano. Y es que entender esta sociedad circundante es realmente un reto que requiere de análisis y búsqueda en nuestras propias raíces.

Desde hace algún tiempo me he interesado precisamente en esto, develar de donde venimos, entender nuestro comportamiento, formas de actuar e ideologías y es ahí, dentro de esta búsqueda en donde aparece y toma importancia para mí, el indígena ecuatoriano en el estudio de la sociedad. Y ¿porque estudiar al indígena y no al mestizo?, pues por varias razones; en primer lugar, porque el Ecuador está constituido por una parte importante de indígenas en su población, en segundo lugar, porque la población indígena (o una parte de ella) ha sido capaz de sobrellevar el fenómeno avasallador de aculturación y luchar por conservar sus ideologías y tercero, porque una buena parte de producción pictórica en el Ecuador, especialmente en el siglo XX con la afluencia de la corriente indigenista, toca esta temática como una suerte de crítica sobre el comportamiento de mestizos hacia los indígenas.

Al constituir las Artes Visuales, una parte fundamental de mi vida, encuentro en el fenómeno de la representación indígena una temática apasionante, digna de ser estudiada y representada en una propuesta pictórica personal.

La figura indígena ha estado siempre presente en la representación artística de nuestro país. Evidentemente, todos los países latinoamericanos, tenemos una historia cultural rica en costumbres y tradiciones, heredadas desde hace varios siglos, y que además ha estado sometida a una serie de transformaciones, propias de la continua evolución en la que nos encontramos.

Con la colonización de los territorios americanos, nos hemos visto envueltos en un proceso de transformación cultural, que hoy en día puede ser claramente apreciado. El Ecuador no ha quedado fuera de este fenómeno de colonización, de una u otra forma hemos incursionado además en una etapa de transculturación, que en el peor de los casos ha derivado en una aculturación.

El actual Ecuador, reconoce la pluriculturalidad de sus habitantes, y esto no habría sido posible, sin el aporte paulatino que han venido haciendo muchas figuras políticas, sociales y por supuesto culturales, en este proceso de interculturalidad. Hoy en día comprendemos (por lo menos muchos de nosotros, porque existen otros que aún conservan ideas raciales hacia los grupos indígenas), que el indígena es una pieza fundamental en el intento de la búsqueda de la identidad cultural, que se ha convertido más que en una opción, en una necesidad.

Durante el transcurso de siglos posteriores, algunos de los pueblos americanos, fueron definiendo características propias en su cultura, que las identifican de unas y diferencian de otras, gracias a un proceso de transculturación de la que formaron parte.

Desde el comienzo de la colonización nuestros pueblos indígenas sufrieron continuos cambios debido a su nueva relación con los conquistadores, y el empeño de estos de civilizar a los aborígenes, principalmente mediante la participación de la iglesia católica, en la vida de éstos.

Hay quienes se jactan de decir que por sus venas corre sangre española, lo cual ciertamente tiene algo de verdad, pero hay que tomar en cuenta, que la mayoría de los conquistadores que arribaron América, no fueron precisamente la monarquía española.
Allí, en el vientre de la colonia y a lo largo de trescientos años, germinó y tomó forma el Ecuador contemporáneo.[2] Las primeras manifestaciones artísticas fueron aprendidas por los colonos, de los frailes misioneros que se radicaron en América. Los Franciscanos serán los primeros responsables de introducir las artes en el Reino de Quito, fueron ellos los fundadores de la escuela que más tarde pasaría a llamarse Colegio San Andrés; “en este instituto recibieron su educación artística los primeros indios civilizados y los hijos de los primeros colonos de la recién fundada ciudad”.[3] De ahí que muchas de las obras que se hicieron, principalmente en pintura, fueron de carácter religioso.

Si se hace un estudio cronológico del desarrollo de los periódos artísticos de este momento histórico (siglo XVII incluso XVIII), las corrientes artísticas, debieron centrarse en las ideas que defiendía el Renacimiento, mas en el caso de la Escuela Quiteña no sucedió así, “por razón del tiempo y la distancia, la modalidad de la pintura quiteña en los siglos XVI, XVII y XVIII hay que relacionarla con la de los siglos XIV y XV europeos”[4]. Es decir, que la iconografía religiosa que enseñaron los jesuítas y franciscanos en América, estaba desfasada cronologicamente de aquella que se desarrollaba en Europa en ese mismo momento.

Ya en el siglo XX, luego de todo el proceso de independencia se forja una nueva perspectiva artística de tinte nacionalista, que encuentran un gran potencial en las raíces indígenas, en donde la cosmovisión de los pueblos indígenas adquiere protagonismo.

Esta manifestación de protesta, clama porque la sociedad actual “civilizada”, no nos convierta en colonizadores de nuestras propias raíces, tratando de cambiar el único patrimonio auténtico que nos queda.


[1] VALDANO, Juan. Identidad y formas de lo ecuatoriano. Eskeletra Editorial. Ecuador. Sexta reimpresión. 2007. Pág. 14

[2] op.cit. pág 29 - 30

[3] BRAVO, Julián y CARCELÉN, Ximena. La Pintura en el Ecuador del XVI al XIX. Dinediciones. Quito, Ecuador. 1991. Pág 27

[4] op.cit. pág 11 

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